El origen del problema
El bebé tras la lactancia empieza
a consumir grandes cantidades de azúcar en forma de papillas infantiles
(potitos), cereales dextrinados, galletas, lácteos azucarados y un sinfín de
productos ultraprocesados "especialmente diseñados para él". Este
consumo de azúcar modela su percepción gustativa y genera una predilección
excesiva hacia los alimentos dulces. Durante la niñez, productos como los
cereales del desayuno, los batidos lácteos azucarados, las bebidas
refrescantes, los zumos, los dulces y las golosinas convierten cada comida, y
en especial cada celebración, en eventos repletos de este dulce elemento. La
asociación de los alimentos azucarados con cada "momento especial de la
vida", y que se utilice como premio a las “buenas conductas" del
menor, refuerza insistentemente su consumo. La ingesta de azúcar durante la
infancia se consolidará como un hábito que se perpetuará en la vida adulta y
podrá disminuir la calidad y la esperanza de vida del individuo. En definitiva,
somos una sociedad "enganchada" al azúcar y enferma por su consumo
excesivo.
Entonces, ¿cuál es el mejor
sustituto del azúcar?
Una vez creada la dependencia al
azúcar y entendiendo los problemas de salud que origina su consumo nos
preguntamos: ¿qué alternativas saludables existen?, ¿qué otros endulzantes
podemos usar en su lugar que favorezcan nuestra salud? Para dar respuesta a estas
preguntas debemos entender que los alimentos dulces, tal y como hemos aprendido
a consumirlos, asociados a vivencias placenteras, activan nuestro sistema de
recompensa y nos incentivan a la hiperingesta, como explico aquí. El intenso
sabor dulce, al que hemos acostumbrado a nuestro paladar, estimula
excesivamente nuestras papilas gustativas e impide apreciar correctamente el
sabor de otros alimentos que pueden, incluso, ser rechazados. Un ejemplo de
esto lo encontramos en las frutas y verduras que, a diferencia del azúcar
adicionado, sí son esenciales en el crecimiento y desarrollo de los niños y el
mantenimiento de la salud del adulto. Pero no solo el azúcar es responsable de
una mala educación del paladar, esto puede ocurrir también con cualquier endulzante,
como la miel, la panela, la estevia, el ciclamato u otros edulcorantes. Debemos
entender que no existe ningún sustituto del azúcar que tengan un valor
nutricional suficiente como para que se justifique su consumo, por tanto, su
uso responderá únicamente a una necesidad originada por una mala educación
alimentaria, y no por ninguna necesidad fisiológica. El azúcar que precisamos
para mantener nuestra salud ya lo obtenemos de los propios alimentos: cereales
integrales, legumbres, frutas, tubérculos y hortalizas principalmente.
Por todo ello, hay que decir que
la alternativa más saludable al azúcar es dejar de consumirla y que no existe
ningún sustituto al azúcar que no sea potencialmente nocivo. Esta realidad
genera un problema enorme. Por un lado, tenemos a una sociedad golosa ávida de
dulces, cada vez más enferma como consecuencia de su adicción al azúcar, y por
el otro, una industria alimentaria que no deja de incentivar su consumo a
través de un marketing implacable y altamente eficiente. ¿Cuál es la solución?
La única solución real es reeducar nuestro paladar, dejar de consumir cualquier
tipo de azúcar o edulcorante artificial y acostumbrarnos a saciar nuestra
necesidad de dulce a través de alimentos tales como las frutas frescas o las
frutas desecadas, alimentos que hemos consumido a lo largo de toda nuestra
evolución como seres humanos.
En conclusión
La deshabituación del consumo de
dulces, refrescos y otros alimentos endulzados es complicada. Decía Francisco
Grande Cobián, médico e investigador español, que era más fácil cambiar de
religión que de hábitos dietéticos y, desde luego, tenía razón. No todo el
mundo se siente con las fuerzas suficientes como para modificar sensiblemente
su alimentación, ya que esta forma parte de su identidad, de su forma de
entender el mundo, es una fuente de placer y con ella compensa gran parte de
sus insatisfacciones. Quizá resulte poco realista aconsejar a la población, en
general, que deje de consumir dulces o edulcorantes de manera radical, ¡no lo
sé! A pesar de ello, debemos insistir en el mensaje y concienciar sobre la
importancia que tiene para nuestra salud y la de nuestros hijos disminuir los
alimentos endulzados al mínimo posible. Es especialmente importante que seamos
capaces de frenar este despropósito alimentario en el que las principales
víctimas son nuestros niños y niñas, la población más vulnerable. Debemos
evitar crear en ellos el gusto excesivo por los alimentos dulces y dejar de
comprometer su salud.
Solo trabajando desde la
educación alimentaria y con políticas que favorezcan la reducción del consumo
de azúcar y edulcorantes entre los niños y adultos podremos optar en el futuro
a una sociedad más saludable.
Fuente: https://jmcapitan.blogspot.com/2020/09/azucar-cual-es-la-alternativa-mas.html