miércoles, julio 25

LOS TRASTORNOS ALIMENTARIOS, OBESIDAD Y SOBREPESO

Los trastornos alimentarios son trastornos psicológicos que cursan con graves alteraciones de la conducta alimentaria. Aproximadamente entre un 2% y un 4% de mujeres jóvenes sufre síndromes completos de trastornos del comportamiento alimentario (TCA): anorexia y bulimia nerviosas. Según criterios DSM-IV-TR (APA, 2000), la patología alimentaria, incluyendo formas clínicas completas o subclínicas como el trastorno por atracón, constituye uno de los problemas psicológicos más prevalentes en las mujeres.

Son alteraciones marcadas por la cronicidad y las recaídas y asociadas a un elevado riesgo de suicidio. Sus consecuencias pueden ser muy severas, hasta tal punto que pueden causar la muerte. Así mismo, presentan una elevada comorbilidad con otro tipo de trastornos, como la depresión, la ansiedad, el abuso de sustancias, los problemas de salud y obesidad.


Los TCANE son síndromes parciales de anorexia y bulimia nerviosas. También lo es el trastorno por atracón (APA, 2000), que ha sido propuesto para ser aceptado como trastorno alimentario y que actualmente genera una enorme atención, especialmente por su relación con el sobrepeso y la obesidad. Parece que por lo menos un tercio de las personas obesas sufre un "trastorno por atracón" (Saldaña, 2001).

La obesidad es una enfermedad crónica, compleja y multifactorial, que suele iniciarse en la infancia y la adolescencia. Tiene su origen en una interacción genética y ambiental, siendo más importante la parte ambiental o conductual, que se establece por un desequilibrio entre la ingesta y el gasto energético.

En este sentizo, el esclarecimiento del papel y la influencia de los factores demográficos es fundamental para desarrollar estrategias preventivas efectivas y sostenibles (Serra Majem et al., 2003).

La obesidad en la infancia, sobre todo en la segunda década de la vida, es un potente predictor de la obesidad en el adulto.
En general, la obesidad infantil en los países desarrollados suele ser más frecuente en los niveles socioeconómicos más desfavorecidos, con peor nivel nutricional y formativo, que la consideran todavía como un indicador de salud y posición social. La inexistencia de cifras de prevalencia de obesidad a escala nacional motivó que el Estudio enKid (Serra Majem et al., 2003), diseñado para evaluar los hábitos alimentarios y el estado nutricional de la población infantil y juvenil española (1998-2000), incluyera su estimación. Éste se llevó a cabo en una muestra representativa de la población española de 2 a 24 años (n = 3.534). Se determinaron el peso y talla mediante procedimientos estandarizados con instrumentos homologados.


La prevalencia de obesidad en España es del 13,9% y la de sobrepeso y obesidad del 26,3% (sólo sobrepeso, 12,4%). La obesidad es mayor en varones (15,6%) que en mujeres (12%), y también lo es el sobrepeso. Por edades, los jóvenes de 6 a 13 años presentan valores más elevados de obesidad. La obesidad es mayor entre aquellas personas que no desayunan o desayunan mal. Las tendencias indican un incremento de la prevalencia de sobrepeso y obesidad infantil y juvenil en las últimas décadas, más marcado en varones y en edades prepuberales (Serra Majem et al. 2003).

La obesidad no sólo es predictora de enfermedad sino que es un potente factor de insatisfacción corporal y un factor de riesgo de llevar a cabo comportamientos no saludables con el objetivo de adelgazar (Newmark-Sztainer, Story, Hannan, Perry y Irving, 2002; Boutelle, Newmark-Sztainer, Store y Resnick, 2002).

Esto ha dado lugar a que actualmente se hable de los "trastornos relacionados con el peso". De hecho, según afirman Neumark-Sztainer et al. (2006), existe un amplio espectro de alteraciones alimentarias y relacionadas con el peso, que oscila desde la pura imagen negativa y la preocupación por el peso y la figura hasta trastornos alimentarios como anorexia y bulimia nerviosa (Levine y Smolak, 2006; Neumark-Sztainer, 2005). Cash identificó entre un 19% y un 6% de mujeres jóvenes y adultas, y hombres respectivamente que sufrían un malestar considerable asociado a insatisfacción corporal (Cash, 2002).


Levine y Smolak (2006) estiman que el espectro de los trastornos alimentarios afecta a entre un 10% y un 15% de chicas y mujeres entre los 9 y los 19 años. Estas cifras pueden ser mucho más elevadas si tenemos en cuenta a las personas que realizan conductas poco saludables, aunque no necesariamente extremas, para controlar el peso, como: saltarse comidas, ayunar o fumar. En un amplio estudio longitudinal realizado en adolescentes (Neumark-Sztainer, Story, Hannan, Perry y Irving, 2002), más de la mitad de las chicas afirmaron haber llevado a cabo estas conductas poco saludables durante el año anterior.


En nuestros estudios, cuando lo que valoramos es la insatisfacción corporal, hemos podido observar que en mujeres estudiantes de peso normativo, un 80% desean perder peso (Raich, Torras y Figueras, 1996). En una muestra de más de 120 pacientes que acudían a centros de estética se halló una mucho más elevada preocupación por la imagen corporal que en grupos de mujeres (70) y hombres (70) que no iban a dichos centros. Las mujeres que acudían a los centros de estética superaban en un 32% el punto de corte del instrumento empleado para la evaluación, frente a un 10% en las otras mujeres y un 0% en los hombres (Raich y Torras Clarasó, 2002).


Durante 15 años nuestro equipo ha estudiado las preocupaciones por la imagen corporal que presentan diversos grupos poblacionales adolescentes, observando en todos ellos que el nivel de preocupación e insatisfacción corporal es superior en las mujeres y va unido a mayores esfuerzos para adelgazar (Raich, Sánchez Carracedo, Torras, 2001; Raich, Torras Clarasó y Mora, 1997; Raich y Torras, 2002). No es extraño que en estas condiciones de insatisfacción se acuda a remedios de estética, por ejemplo, la dieta para reducir el peso, como ha quedado plasmado en el estudio realizado por López Guimerà, Portell, Fauquet, Sánchez Carracedo y Raich (2007).


En conjunto podemos decir que se ha ampliado el abanico de estudio de los trastornos alimentarios. Nos encontramos actualmente en una situación que se podría caracterizar de la siguiente manera. Por una parte, el aumento de la tasa de prevalencia de la obesidad, especialmente entre los más jóvenes, el análisis del medio tóxico (Henderson y Brownell, 2004) que facilita la incorporación de malos hábitos alimentarios y de pobre ejercicio físico, las consecuencias, no sólo físicas sino sociales y psicológicas de la obesidad y el sobrepeso, y lo que es aún más alarmante, la exagerada preocupación por el peso en personas con un IMC normal. Por otra parte, la exagerada y popular dieta restrictiva recomendada en muchos medios de comunicación como saludable (sin explicar las nefastas consecuencias que conlleva), en una sociedad en la que se promueve la insatisfacción corporal con el fin de promover el consumo indiscriminado de "remedios de belleza" y la persecución de un ideal imposible.

Frente a este panorama, los responsables de la salud deberán intervenir en distintos ámbitos, desde el individual, familiar y escolar hasta un nivel más amplio como es el político con el fin de cambiar la cultura que actualmente promueve muchos de los problemas que se han descrito.