
Técnicamente los psicólogos lo llaman "Sesgo de correspondencia" y la Wikipedia lo resume muy bien: "Es la tendencia o disposición de la gente a sobrevalorar los motivos personales internos a la hora de explicar un comportamiento observado en otras personas, infravalorando por el contrario motivos externos como el rol o las circunstancias, para este mismo comportamiento. En otras palabras, la gente tiende a explicar comportamientos basándose más en qué "tipo" de persona los ejecuta que en los factores sociales y ambientales que rodean e influyen a dicha persona. Esta presunción por defecto hace que la gente haga explicaciones erróneas del comportamiento".
Dicho con palabras más sencillas: Cuando logramos un objetivo que consideramos excepcional, pensamos que es por nuestro esfuerzo y nuestro méritos. Si los demás no lo consiguen, nuestra percepción suele ser que no se esfuerzan lo suficiente, que no se lo merecen como nosotros. Por el contrario, si no conseguimos llegar a la meta que nos marcamos, tendemos a sobrejustificarnos y fácilmente encontramos razones de peso externas para nuestro fracaso.
La obesidad y la delgadez no se libran de este fenómeno. La mayoría de las personas delgadas o con cuerpos estupendos suelen reprochar a las personas obesas que no se esfuerzan lo suficiente o que no tienen fuerza de voluntad para llegar a lo mismo. Aunque no se suele expresar abiertamente por educación, suele ser fácil de leer entre líneas. Piensan que ellos han conseguido su cuerpo gracias sobre todo a su esfuerzo y creen que al resto les supondría el mismo nivel de esfuerzo, así que si no lo hacen, es porque son un poco perezosos. O vagos. O glotones.
Este tipo de actitud se suele mezclar otro comportamiento poco riguroso, el llamado por los escépticos "a mi me funciona". Nuestro cerebro está programado para buscar la causa-efecto en casi todo lo que hacemos, así que pensamos que si ha ocurrido algo como consecuencia de un comportamiento, realmente el éxito se debe solo a dicho comportamiento.
Sorprendentemente, en otros temas la gente es más comprensiva. Si alguien no tiene un doctorado en física cuántica, no solemos pensar que es porque es un vago. Si no tiene trabajo, tampoco lo vemos como perezoso, y menos en los tiempos que corren. Si no tiene éxito en los negocios, es difícil que creamos que la razón principal es la falta de dedicación. Además del esfuerzo (que también es importante), todos aceptamos que existen otros muchos factores que influyen en la consecución de estos logros: la suerte, las habilidades innatas, los gustos personales, el entorno... Y en la obesidad, o en la delgadez, ocurre lo mismo.
Hasta los mayores expertos mundiales piensan que el tema de la obesidad es muy complejo y que no tiene una solución fácil, como puede leerse, por ejemplo, aquí. En mi modesta opinión e intentando simplificar, creo que hay tres factores clave en el sobrepeso. El primero de ellos es la genética. Si nuestro metabolismo tiene unas características concretas, el combate será más difícil. La tendencia a sufrir resistencia a la insulina, por ejemplo, que nos hace eficaces acumuladores de grasa en una dieta alta en carbohidratos refinados, tiene una importante componente hereditaria. Lo peor de este factor es que su consecuencia se refleja en forma de hambre. El hambre es una sensación que no es comparable a ninguna otra. Está directamente asociada a uno de los instintos más potentes y básicos de la naturaleza, la supervivencia. Llegados a cierto nivel de hambre (que, por suerte, no suele ocurrir en occidente), seríamos capaces de matar para mitigarlo. Los delgados no suelen ser conscientes de la importancia de la intensidad del hambre porque piensan que todo el mundo la siente como ellos. Y no es cierto. Suelo recomendar que se imaginen cómo se sentirían si se les redujera la cantidad de comida habitual a la mitad para toda la vida. ¿Serían capaces de soportar esa sensación durante años?
El segundo factor es la educación o el conocimiento. Si no sabemos lo básico sobre nutrición o lo que sabemos no es correcto, seremos incapaces de interpretar fielmente cómo reacciona nuestro cuerpo ante los alimentos (o lo haremos erróneamente) y, por lo tanto, no podremos ajustar adecuadamente nuestra dieta para no comer lo que nos hace engordar y comer lo que nos evita sentir hambre.
Y el tercero es el esfuerzo y la motivación personal. Un factor psicológico muy complejo y multi-componente. El error es pensar que este factor es independiente y el más importante, pero no la cosa no es tan fácil. Depende muchísimo de los otros dos, lo que a uno le cuesta un esfuerzo de "6" quizás a otro le suponga un esfuerzo de "10", debido a que sus genes no ayudan o, porque por desconocimiento, no ejecuta adecuadamente las instrucciones dietéticas más eficaces para su caso. Hay mucha gente obesa que tiene una enorme fuerza de voluntad (y éxito) en otros muchos ámbitos de la vida, que dedican horas y horas a estudiar o a trabajar y se sacrifican como el que más, pero son incapaces de superar su sobrepeso.
En definitiva, pienso que en temas de sobrepeso las comparaciones son odiosas por tres razones. Porque caemos en el sesgo de correspondencia continuamente, porque utilizamos el a mi me funciona para juzgar a otros y porque no valoramos en su medida todos los factores que influyen.
Respecto a los tres factores de influencia, contra el primero, los genes, no se puede hacer nada. Pueden ser una ayuda o una dificultad, es lo que hay. Por el contrario, en el segundo, la educación, el campo de actuación es amplísimo. Personalmente escribí el libro "Lo que dice la ciencia para adelgazar..." para aportar mi granito de arena en la educación y el conocimiento. Y para reforzar el tercero, la motivación y el esfuerzo, los ánimos funcionan mucho mejor que los reproches. Esto también lo han demostrado los científicos.
Así que si usted está delgado y cree que las personas obesas son bastante responsables de su situación, le sugiero que dedique unos minutos a pensar sobre ello. Quizás ahora no lo vea tan claro.