viernes, agosto 24

El atracón está causado por la ansiedad y no por el hambre.

Contra lo que algunos pudieran pensar, el atracón no es algo así como la explosión repentina del hambre acumulada, sino que está provocado por la ansiedad. Es, por tanto, un problema psicológico y como tal debe tratarse.

Podríamos definir el atracón como la ingesta incontrolada de grandes cantidades de alimento en poco tiempo, y hacerlo sin tener hambre, sino movidos por una necesidad en apariencia incontrolable. Se presenta en el 2 ó 3% de la población, con lo que es un trastorno alimentario más extendido que la anorexia o la bulimia. Aunque, por fortuna, es menos grave que éstas, no por ello puede desatenderse.

 
El atracón provoca desazón y excesiva saciedad en el estómago, así como tristeza y malestar por no haberlo podido controlar. Si ocurre muy de vez en cuando no tiene gran relevancia, pero si se da con cierta frecuencia hay que tomarlo en serio y tratarlo.

Se diferencia de la bulimia en que, tras el atracón, no se producen conductas purgativas típicas de esta enfermedad, como la inducción del vómito, el abuso de laxantes o el ayuno o ejercicio físico excesivos.

El paciente, para ser diagnosticado de este trastorno, debe manifestar al menos dos de los cinco síntomas siguientes: comer mucho más rápido de lo normal; hacerlo hasta sentirse desagradablemente saciado; ingerir grandes cantidades de comida pese a no tener hambre; hacerlo a solas y, por último, sentir culpabilidad y malestar al recordarlo.

Por lo que respecta a la obesidad, aunque no todos los que sufren este trastorno son obesos, el atracón puede ser a la vez causa y efecto del sobrepeso. En efecto, si una persona intenta adelgazar pero lo hace de una manera incorrecta, recurriendo a "dietas milagro", con grandes oscilaciones en su peso y con ideas erróneas acerca de la alimentación, los repetidos fracasos pueden crear una ansiedad que se libera mediante el atracón.

Y este atracón, a su vez, puede producir obesidad, pues se ingieren en ocasiones tantas calorías en un atracón como las que se necesitan en todo el día. La persona afectada puede entrar así en una "pescadilla que se muerde la cola" de difícil solución sin ayuda de un profesional. Aunque, por supuesto, no siempre la ansiedad está producida por los repetidos fracasos en el control del peso.
 

 

 

¿Qué es el trastorno por atracón?


El trastorno por atracón se caracteriza por la presencia de episodios recurrentes de atracones de comida. Un atracón se reconoce porque la persona ingiere una cantidad importante de alimento (generalmente, alimentos con un alto contenido calórico) mientras experimenta una importante sensación de pérdida de control.

Los atracones están desencadenados, generalmente, por estados emocionales negativos, como es la depresión, la soledad, el aburrimiento, etc. Además de los atracones, hay asociados determinados comportamientos relacionados con la alimentación, como es el comer muy deprisa, comer a escondidas de forma secreta, comer hasta sentirse muy lleno, comer grandes cantidades de alimento a lo largo del día sin planificarse las horas de las comidas, comer grandes cantidades en ausencia de hambre que llevan a la persona a sentir un enorme malestar, sentimiento de culpabilidad y como consecuencia se desencadena un estado de ánimo deprimido que incluso puede llegar a ser autodenigrante ("no puedes para de comer", "siempre serás una foca", "vas a reventar").

Estas circunstancias pueden dar lugar a grandes fluctuaciones en el peso y a una obesidad reactiva, sobre todo, en personas con una predisposición a la obesidad. Es muy frecuente que estas personas hayan hecho repetidos intentos de hacer dieta para perder peso.

La preocupación principal de las personas que sufren este problema está relacionada, por un lado, con el descontrol ante la comida, y por otro, por los efectos que dichos atracones pueden tener a largo plazo en la figura y el peso, lo cual acaba afectando su confianza en las relaciones con los demás...
 
 

La cerveza engorda. Y mucho.

La aportación calórica es una medida insuficiente para saber si un alimento ayuda a adelgazar o no. El índice glucémico o IG (GI en inglés) es un coeficiente que aporta una información complementaria y muy importante sobre el tema, ya que indica la capacidad de un alimento para elevar los niveles de glucosa en la sangre (y por ello es muy utilizado en la medicina relacionada con la diabetes). Como se explica en el libro con detalle y en este post de forma resumida, este aspecto está muy relacionado con la obesidad porque cuando nuestro metabolismo detecta niveles elevados de glucosa en sangre, segrega altas concentraciones de la hormona insulina, que tiene gran cantidad de efectos secundarios. Entre los que cabe destacar el aumento de la capacidad de almacenamiento de grasa y la intensificación del apetito.

El valor de referencia del IG (que se toma como 100) es el de una disolución de glucosa pura. Es decir, que 100 es un valor muy alto. Los alimentos de rápida absorción con carbohidratos refinados, tales como los dulces, las bollería, el pan e incluso las patatas, se acercan a ese valor. Los integrales y frutas presentan valores bastante menores, entre 30 y 50.

Hasta ahora no había un claro consenso de los valores del IG de la cerveza. Algunos llegaban a decir que su IG es 0, otros que andaba por 80... Lo cierto es que en el libro no está detallado este dato porque sencillamente no había un cálculo riguroso que fuera medianamente fiable. Sin embargo, parece que ha llegado el momento de actualizarlo. Se acaba de publicar el estudio Modifying effects of alcohol on the postprandial glucose and insulin responses in healthy subjects, en el que han calculado el IG de la cerveza, tanto con alcohol como sin alcohol. Y los valores son bastante más altos de lo que se creía: ¡Casi 120 para el primero y 80 para el segundo! Una barbaridad, vamos.

Así que cuando alguien juzgue si la cerveza engorda o no en base a su aportación calórica, ya podemos decirle que, además de aportar calorías, la cerveza dispara los niveles de glucosa e insulina, con todo lo que eso conlleva.

Habrá que seguir inclinándose por el vino, tinto o blanco seco.
 
 

Los gordos también tienen fuerza de voluntad

Hace mucho que la psicología científica demostró que las personas tendemos a justificarnos y sobrevalorarnos. La mayoría pensamos que somos mejores que la media y somos mucho más benevolentes valorando los malos comportamientos propios que los de los otros. Así queda probado en estudios como "Distortions in reports of health behaviors: The time span effect and illusory supefuority", en el que se observa cómo somos más críticos con los comportamientos negativos de los demás en temas de salud que con los nuestros. Por decir uno entre tantos.


Técnicamente los psicólogos lo llaman "Sesgo de correspondencia" y la Wikipedia lo resume muy bien: "Es la tendencia o disposición de la gente a sobrevalorar los motivos personales internos a la hora de explicar un comportamiento observado en otras personas, infravalorando por el contrario motivos externos como el rol o las circunstancias, para este mismo comportamiento. En otras palabras, la gente tiende a explicar comportamientos basándose más en qué "tipo" de persona los ejecuta que en los factores sociales y ambientales que rodean e influyen a dicha persona. Esta presunción por defecto hace que la gente haga explicaciones erróneas del comportamiento".

Dicho con palabras más sencillas: Cuando logramos un objetivo que consideramos excepcional, pensamos que es por nuestro esfuerzo y nuestro méritos. Si los demás no lo consiguen, nuestra percepción suele ser que no se esfuerzan lo suficiente, que no se lo merecen como nosotros. Por el contrario, si no conseguimos llegar a la meta que nos marcamos, tendemos a sobrejustificarnos y fácilmente encontramos razones de peso externas para nuestro fracaso.

La obesidad y la delgadez no se libran de este fenómeno. La mayoría de las personas delgadas o con cuerpos estupendos suelen reprochar a las personas obesas que no se esfuerzan lo suficiente o que no tienen fuerza de voluntad para llegar a lo mismo. Aunque no se suele expresar abiertamente por educación, suele ser fácil de leer entre líneas. Piensan que ellos han conseguido su cuerpo gracias sobre todo a su esfuerzo y creen que al resto les supondría el mismo nivel de esfuerzo, así que si no lo hacen, es porque son un poco perezosos. O vagos. O glotones.

Este tipo de actitud se suele mezclar otro comportamiento poco riguroso, el llamado por los escépticos "a mi me funciona". Nuestro cerebro está programado para buscar la causa-efecto en casi todo lo que hacemos, así que pensamos que si ha ocurrido algo como consecuencia de un comportamiento, realmente el éxito se debe solo a dicho comportamiento.

Sorprendentemente, en otros temas la gente es más comprensiva. Si alguien no tiene un doctorado en física cuántica, no solemos pensar que es porque es un vago. Si no tiene trabajo, tampoco lo vemos como perezoso, y menos en los tiempos que corren. Si no tiene éxito en los negocios, es difícil que creamos que la razón principal es la falta de dedicación. Además del esfuerzo (que también es importante), todos aceptamos que existen otros muchos factores que influyen en la consecución de estos logros: la suerte, las habilidades innatas, los gustos personales, el entorno... Y en la obesidad, o en la delgadez, ocurre lo mismo.

Hasta los mayores expertos mundiales piensan que el tema de la obesidad es muy complejo y que no tiene una solución fácil, como puede leerse, por ejemplo, aquí. En mi modesta opinión e intentando simplificar, creo que hay tres factores clave en el sobrepeso. El primero de ellos es la genética. Si nuestro metabolismo tiene unas características concretas, el combate será más difícil. La tendencia a sufrir resistencia a la insulina, por ejemplo, que nos hace eficaces acumuladores de grasa en una dieta alta en carbohidratos refinados, tiene una importante componente hereditaria. Lo peor de este factor es que su consecuencia se refleja en forma de hambre. El hambre es una sensación que no es comparable a ninguna otra. Está directamente asociada a uno de los instintos más potentes y básicos de la naturaleza, la supervivencia. Llegados a cierto nivel de hambre (que, por suerte, no suele ocurrir en occidente), seríamos capaces de matar para mitigarlo. Los delgados no suelen ser conscientes de la importancia de la intensidad del hambre porque piensan que todo el mundo la siente como ellos. Y no es cierto. Suelo recomendar que se imaginen cómo se sentirían si se les redujera la cantidad de comida habitual a la mitad para toda la vida. ¿Serían capaces de soportar esa sensación durante años?

El segundo factor es la educación o el conocimiento. Si no sabemos lo básico sobre nutrición o lo que sabemos no es correcto, seremos incapaces de interpretar fielmente cómo reacciona nuestro cuerpo ante los alimentos (o lo haremos erróneamente) y, por lo tanto, no podremos ajustar adecuadamente nuestra dieta para no comer lo que nos hace engordar y comer lo que nos evita sentir hambre.

Y el tercero es el esfuerzo y la motivación personal. Un factor psicológico muy complejo y multi-componente. El error es pensar que este factor es independiente y el más importante, pero no la cosa no es tan fácil. Depende muchísimo de los otros dos, lo que a uno le cuesta un esfuerzo de "6" quizás a otro le suponga un esfuerzo de "10", debido a que sus genes no ayudan o, porque por desconocimiento, no ejecuta adecuadamente las instrucciones dietéticas más eficaces para su caso. Hay mucha gente obesa que tiene una enorme fuerza de voluntad (y éxito) en otros muchos ámbitos de la vida, que dedican horas y horas a estudiar o a trabajar y se sacrifican como el que más, pero son incapaces de superar su sobrepeso.

En definitiva, pienso que en temas de sobrepeso las comparaciones son odiosas por tres razones. Porque caemos en el sesgo de correspondencia continuamente, porque utilizamos el a mi me funciona para juzgar a otros y porque no valoramos en su medida todos los factores que influyen.

Respecto a los tres factores de influencia, contra el primero, los genes, no se puede hacer nada. Pueden ser una ayuda o una dificultad, es lo que hay. Por el contrario, en el segundo, la educación, el campo de actuación es amplísimo. Personalmente escribí el libro "Lo que dice la ciencia para adelgazar..." para aportar mi granito de arena en la educación y el conocimiento. Y para reforzar el tercero, la motivación y el esfuerzo, los ánimos funcionan mucho mejor que los reproches. Esto también lo han demostrado los científicos.

Así que si usted está delgado y cree que las personas obesas son bastante responsables de su situación, le sugiero que dedique unos minutos a pensar sobre ello. Quizás ahora no lo vea tan claro.
 
 

El pan sí engorda

Cuarta y última parte de la serie de artículos que pretenden responder al artículo "El pan no engorda si no se unta" del Doctor Jesús Llona Larrauri.

Llona Larrauri recomienda sustituir las grasas por carbohidratos, con el argumento habitual de que éstos aportan en bruto menos de la mitad de calorías por gramo que las grasas. Pero esa argumentación es demasiado simplista, ya que en nuestro cuerpo ocurren muchas cosas al comer carbohidratos refinados de rápida absorción. Cosas como estas:
  1. Nuestro sistema digestivo divide los carbohidratos de rápida absorción en sus unidades más simples, la glucosa, y las absorbe rápidamente hasta el torrente sanguíneo.
  2. La concentración de glucosa en sangre se eleva bruscamente y el páncreas, para evitar que esta glucosa llegue a alcanzar una concentración tóxica (y muy dañina), segrega insulina, que es la hormona que se encarga de regular la "retirada" de la glucosa de la sangre.
  3. Como efecto de la gran cantidad de insulina, rápidamente el nivel de glucosa desciende de forma brusca y la sangre queda libre de esas altas concentraciones.
  4. Por alguna razón todavía desconocida, cuando este proceso se repite a menudo, en cada comida, cada día, cada mes, durante años, en gran cantidad de personas se desarrolla una falta de sensibilidad a la insulina, la llamada "resistencia a la insulina". Al ocurrir esto, el páncreas tiene que generar todavía más insulina para ser eficaz en la retirada del exceso de glucosa en sangre.
  5. Se ha demostrado científicamente que la concentración muy elevada de insulina tiene importantes efectos secundarios. Uno de ellos es que nos volvemos almacenadores de grasa super-eficientes. Además, se bloquea el proceso de utilización de la grasa almacenada para la obtención de la energía. Y también se produce un desequilibrio en la sensación de saciedad, lo que da lugar a la aparición de la sensación de hambre al de poco de comer; los famosos antojos incontrolables.
  6. El efecto final es que la regulación del apetito y de las ganas de comer quedan totalmente desequilibradas o desajustadas y se come más de lo que se necesita.

    Como conclusión, creo que afirmar si un alimento engorda o no en base a su capacidad calórica es, a mi entender, incorrecto e insuficiente. Es necesario saber qué efectos produce ese alimento en nuestro organismo, en aspectos como la saciedad, el almacenamiento de grasa o la regulación hormonal, por ejemplo. Como ocurre con el pan, como carbohidrato de rápida absorción que es.






Fuente: http://loquedicelacienciaparadelgazar.blogspot.com.es/2012/05/el-pan-si-engorda-se-unte-o-no-parte-4.html

La dieta de la paradoja. Cómo superar las barreras psicológicas que te impiden adelgazar y estar en Forma



Un libro directo y sencillo que nos ayudará a establecer nuevas pautas de relación con la comida.

Sinopsis:

Dieta: epidemia de los tiempos modernos, de los países desarrollados, de las sociedades opulentas. ¿Quién no ha probado al menos una vez en su vida un régimen de alimentación para perder algún kilo de más? Y como además es algo que nos afecta a todos, todos sabemos la cantidad de resultados fallidos que se obtienen al optar por esas vías punitivas en las que se pretende mantener bajo control un instinto primario como es el hambre. Un gran psicólogo nos explica las razones de nuestra penosa relación con la comida y, mediante estratagemas que pueden parecer irracionales, nos enseña cómo recuperar una relación sana y equilibrada con el placer de comer.

4 razones por las que "comer menos y gastar más" no funciona para adelgazar

Estas son, resumidas, cuatro razones objetivas y científicas por las que la recomendación más habitual para perder peso, "comer menos y gastar más", no funciona.

1. La obesidad es un fenómeno complejo

Aunque el balance energético es un principio física y termodinámicamente irrebatible, considerar el cuerpo humano como una caja simple en la que entra y sale energía es una simplificación irreal y sin ningún sentido médico. Además de aportar calorías, los distintos alimentos provocan muy diversas reacciones y consecuencias en nuestro organismo, pasan por procesos muy diferentes para ser metabolizados, con mayores y menores rendimientos y con "efectos secundarios" muy diferentes que también hay que tener en cuenta.

Por poner un ejemplo, el papel de las hormonas es fundamental en la gestión energética, quizás sea el más relevante, y estas ideas y modelos hiper-simplificados no las tienen en cuenta. Otro ejemplo sería la consideración de la saciedad . Aunque un alimento aporte más calorías que otro, puede ser mucho más saciante y hacernos sentir repletos durante mucho tiempo, de forma que en el balance de comerlo sea muy favorable.

Los mayores expertos del mundo sobre endocrinología y nutrición, como por ejemplo Antonio Vidal Puig o Water Willett, prestigiosos investigadores de las universidades de Cambridge y Harvard respectivamente (y con innumerables estudios científicos publicados en las revistas más prestigiosas), opinan que la obesidad y la alimentación son cuestiones complejas y sobre las que hay todavía muchas preguntas sin responder, como puede leerse en esta entrevista o esta otra.

2. Se está confundiendo el síntoma con la causa

Cuando se recomienda comer menos es porque se piensa que el comer de más es la causa de la obesidad. Evidentemente, cuando se come más de lo que se consume, se engorda, ¿pero realmente es esa la causa original? ¿Por qué comemos más de lo que necesitamos? ¿Por qué no ocurre como con el agua y la sed, que nos autorregulamos perfectamente y sin ningún problema? ¿No podría haber una razón previa que nos impulsa a hacerlo?

Para combatir la obesidad se recomienda comer menos y gastar más. Pero a alguien hiperactivo un médico nunca le recomendaría moverse menos y descansar más. O sería absurdo que a alguien con enuresis nocturna (orina involuntaria por las noches) le aconsejasen orinar menos y aguantar más. En ambos casos hay algo, una disfunción, que es el origen del problema.

Si un tercio de los norteamericanos tiene sobrepeso, ¿realmente pensamos que ese enorme porcentaje de la población se ha vuelto glotona y sin fuerza de voluntad en dos o tres décadas? ¿No es más razonable pensar que hay algo que está "activando" en exceso el instinto más poderoso de la naturaleza, el hambre, y les está impulsando a comer más de lo que necesitan?

3. Comer menos no es sostenible a largo plazo

Una alimentación en la que se restringen las cantidades tiene siempre los mismos efectos. Consigue una pequeña pérdida de peso temporal que dura meses, quizás uno o dos años, pero que finalmente se recupera, a menudo con "propina". Lo hemos visto infinidad de veces y lo han confirmado los estudios epidemiológicos más importantes.

Por ejemplo, la intervención más espectacular realizada para reducir la ingesta calórica, sobre todo sustituyendo las grasas por carbohidratos, se realizó en el estudio Women’s Heath Initiative Dietary Modification Trial, cuyos resultados se publicaron en el año 2006, controlando y asesorando a casi 50.000 personas divididas en dos grupos, a lo largo de siete años y medio. Durante el primer año los resultados fueron prometedores, con pequeñas pérdidas de peso. Pero a largo plazo, cuando los años pasaron y a pesar de que las mujeres participantes sobre los que se estaba actuando seguían a dieta, comiendo menos grasas y más carbohidratos, recuperaron el poco peso perdido. Los resultados fueron concluyentes: La media de adelgazamiento fue mínima, de aproximadamente medio kilo al final del estudio, como puede observarse en el texto completo.

Las revisiones más sistemáticas de los estudios más fiables obtienen resultados en la misma línea. La revisión Cochrane Advice on low-fat diets for obesity, la más rigurosa y masiva realizada a nivel mundial, en la que se comparan las dietas bajas en grasas con otras bajas en calorías, incluye los datos de las pérdidas de peso que se consiguen con este tipo de dietas. Ambas obtienen resultados decrecientes en el tiempo, que se dividen por la mitad cada 6 meses. En concreto, obtienen un adelgazamiento aproximado de 5,5 kilos los primeros 6 meses, de 3 kilos al de 12 meses y de 1,5 kilos al de 18 meses. De nuevo, es evidente que no son sostenibles a largo plazo.


4. Hacer ejercicio casi no adelgaza
Hacer ejercicio es casi milagroso para la salud, pero por sí sólo no sirve para perder peso. A no ser que seamos muy rigurosos y practiquemos más de una hora diaria, la actividad física por sí sola no va a rebajar el indicador de la báscula. La teoría parece de cajón y suena prometedora: Si se gasta más, se pierde peso. Pero, por desgracia, una y otra vez se ha confirmado que en la práctica no es tan fácil. Aunque no lo parezca, hacer ejercicio moderado consume muy poca energía extra comparado con el consumo calórico diario normal. Además, nuestro cuerpo dispara infinidad de mecanismos para contrarrestar ese consumo.

Los últimos estudios son bastante concluyentes. Por ejemplo, una revisión Cochrane del año 2006, en la que se analizan la relación entre el ejercicio y la obesidad, considerando 43 estudios con varios miles de participantes, se observan muchos beneficios pero la pérdida de peso es mínima: Exercise for overweight or obesity . Otra revisión de 2009, que aglutina 12 estudios realizados entre 1995 y 2006, llegó a la misma conclusión, en el tratamiento del sobrepeso y la obesidad sólo con entrenamiento físico no es esperable una pérdida de peso sustancial: Physical activity, diet and behaviour modification in the treatment of overweight in obese adults: A systematic review. Y más recientemente, en 2011, en otro meta-análisis de14 estudios con casi 2000 participantes, observaron que los resultados de programas de ejercicio durante 6 meses consiguieron tan sólo poco más de un kilo de adelgazamiento, y los de 12 meses prácticamente lo mismo: Isolated aerobic exercise and weight loss: a systematic review and meta-análisis of randomized controlled trials.

En conclusión, comer menos y gastar más en un consejo tan obvio como inútil
Así que, a partir de ahora, cuando escuche a alguien recomendar para combatir la obesidad "comer menos y gastar más", expóngale estas cuatro razones y pregúntele entonces para qué tienen que estudiar tantos años endocrinólogos, fisiólogos, dietistas y nutricionistas.
 
Fuene: http://loquedicelacienciaparadelgazar.blogspot.com.es/2012/06/4-razones-por-las-que-la-estrategia.html