¿Hambre o apetito? ¿Para qué sirve la
comida? La respuesta más rápida y sencilla sería decir para nutrirnos, pero
¿es esta su única función? Mediante
la comida nos socializamos con otras personas, sentimos placer…determinadas
sensaciones que hacen que llevarnos ese bocado a la boca sea todo un deleite.
¿Podemos distinguir entre hambre y apetito? Aunque sean palabras
utilizadas por muchas personas como sinónimos no lo son. El hambre es la
sensación de necesidad de alimento. En cambio, el apetito podríamos definirlo
como el deseo de comer un determinado alimento.
El mecanismo del hambre es un
complicado proceso donde se ponen en marcha diferentes sustancias químicas que
regulan dicha sensación. Pero ¿qué pasa aún cuando por ejemplo, estamos llenos
y comemos? ¿Es realmente hambre lo que sentimos? O ¿Nos dejamos llevar
simplemente por las sensaciones?
Cuando comemos algo que nos gusta se liberan unas sustancias que
activan determinadas zonas del cerebro relacionadas con el placer. Se crea
entonces la memoria sensorial. Así pues, cada vez que sintamos, por ejemplo, un
determinado olor, el cerebro activará esta sensación placentera despertándonos
las ganas de comer.
La química del cuerpo y los
factores ambientales juntos influyen no sólo en cuándo sentimos hambre sino
también lo hacen en qué tipos de alimentos tenemos ganas de comer para obtener
la sensación de placer. Así pues, podemos decir que la comida se ha ido poco a poco relacionando de una forma inconsciente con
otras experiencias que estimulan sensaciones de diversión, celebración,
placer…a diferencia del simple hecho de nutrir nuestro organismo. No
debemos olvidarnos que somos también seres que funcionamos por hábitos.
Un sencillo ejemplo. ¿Cuántas
veces no se nos ha despertado el hambre con el simple hecho de mirar el reloj?
Podemos estar tan tranquilos haciendo una actividad sin presentar hambre pero,
de repente, el reloj nos indica que es hora de comer! O bien el comer delante
de la televisión con un determinado programa, o cuando estamos aburridos, o
visitar la nevera cada vez que visitamos la cocina… A todas estas situaciones
estamos expuestos cada día y son las que pueden hacernos ganar algún que otro
kilito de más.
Con ayuda profesional se puede
aprender a diferenciar estas situaciones que nos hacen comer sin hambre, ya sea
por emociones o rutinas. A través del aprendizaje de herramientas para mantener
una alimentación sana, equilibrada, variada y atractiva sin carencias
nutricionales.