La necesidad de creer que hay una solución fácil a los problemas de no
llevar un régimen saludable es, junto a intereses comerciales, el origen de
muchos de los mitos creados en torno a la nutrición
En una época en la que hemos
vuelto a la idea hipocrática de que todo alimento es a la vez una medicina y
buscamos aquellos que nos ayuden a vivir más tiempo y mejor, es fácil atribuir
cualidades ‘fabulosas’ a muchos de ellos, pero ni existen los superalimentos ni
las dietas milagro.
«Cada vez comemos peor, por eso
hay esta tendencia a creer que con un comodín queda todo solucionado. Es una
salida cómoda. Pero los superalimentos no pueden suplir ni la dieta equilibrada
ni la actividad física. Además es muy peligroso creer en ellos porque se
descuidan entonces una serie de hábitos saludables más aburridos pero más
efectivos, como por ejemplo tomar sobre todo frutas y verduras, no fumar… »
El porqué del efecto yo-yo
Justo son esos milagros
dietéticos los que originan los mitos más peligrosos para la salud, tal y como
indica Raquel Bernacer, directora de Innovación Alimentaria de Unilever España.
Y de entre ellos destacan las llamadas ‘dietas yo-yo’, que no solo repercuten
negativamente en nuestro organismo, sino que además nos hacen creer que ciertos
grupos de alimentos engordan y nos obligan a retirarlos de nuestro régimen,
provocando que este ya no sea equilibrado.
«La gente confía y sigue dietas
como la Dukan o la Atkins, por poner dos ejemplos, porque en el fondo nadie quiere cambiar su estilo de vida.
Se prefieren atajos. Pero de igual modo que comer con prisas no suele traer
nada bueno adelgazar de esta manera tampoco», afirma el autor del libro.
De hecho, el 90% de los
seguidores de estos métodos rápidos de adelgazamiento al finalizarlos cogen más
peso del que tenían al comenzarlos. Y las personas que llevan a sus espaldas
varios regímenes de este tipo cada vez les cuesta menos ganar kilos y más
perderlos.
«Cuando dejas de comer, tu organismo no sabe si tú has dejado de
hacerlo voluntariamente o si estás teniendo dificultades para conseguir
alimento. Por eso al finalizar una
dieta y comer de nuevo con normalidad el organismo reacciona activando sus
depósitos de grasas para ahorrar y optimizar la supervivencia, en previsión de
que te vuelvas a enfrentar a otro episodio de esas características»,
explica.
Y es que lo que se come debe
estar en consonancia con lo que se gasta, por eso no sirve fijar unas calorías
iguales para todo el mundo y no hay que obsesionarse con fórmulas encorsetadas.
Con todo, la industria es tan poderosa que es imposible no dejarse embaucar por
estas promesas u otras como las de los quemagrasas, pero ni existen los
alimentos de este tipo, ni está demostrado que la L-carnitina como suplemento
alimenticio sirva para eliminar kilos ni las cremas reductoras pueden reducir
cuatro centímetros de tripa en 40minutos: para ser verdad debería aumentar la
temperatura corporal en varios cientos de grados y eso fundiría a la persona,
según un modelo matemático desarrollado por el catedrático de Fisiología de la
Universidad de Extremadura José Enrique Campillo.
Sin base científica
Aunque casi todos los mitos si
nos paramos a pensar en ellos son absurdos, los hay de tal nivel que sorprende
que tengan tantos seguidores. Sin ser tan descabellado como la dieta de los
berberechos y el bíter (hay que estar tres días a base de ese molusco y esa
bebida) destaca uno que muchos habrán escuchado desde pequeños en sus casas: la
miga del pan engorda más que la corteza.
«Pero es justo al contrario, ya
que aunque ambas tienen lamisma composición, y por lo tanto las mismas
calorías, la segunda tiene más agua y aire. Por eso, a igual peso la corteza
engordará más por tener más calorías al haber perdido el agua en el proceso de
tostado», matiza Bernacer.
El problema es que muchos de
estos mitos son fruto de la búsqueda de un «culpable barato» que nos exima de nuestra responsabilidad en
el estilo de vida que llevamos, así el ‘eje del mal’ lo forman,
injustamente, la leche, los huevos, la sal, el azúcar y, sobre todo, las
grasas. Pero en su justa medida todos son necesarios para que nuestro cuerpo
funcione bien.
«A las grasas muchas veces se las
pinta como las malas de la película y sin embargo son indispensables, pero esto
sucede porque es cierto que hay un exceso de grasas saturadas debido a que nos
estamos alejando de la Dieta Mediterránea y nos estamos quedando con los
hábitos de los antiguos bárbaros », señala el autor de ‘Comer o no comer’.
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Fuente: http://www.elcorreo.com/salud/vida-sana/20130618/mitos-alimentacion-verdad-nutricion-201306141953-rc.html