Es fácil para
un/a paciente que sufre trastorno por atracón reconocer que su consumo de
hidratos de carbono y dulces es excesivo, sin embargo ignoran la razón por la
que lo hacen. En ocasiones dicen “me apetecía” o, “de pronto me han entrado
unas ganas irreprimibles de comer chocolate”, pero la base que sostiene este
acto de comer compulsivo está en el cerebro, en concreto en el hipotálamo, que
es la glándula que recibe información sobre el estado de reservas energéticas y
activa la sensación de hambre cuando éstas disminuyen, encargándose además, de
recibir las señales de saciedad que envía el estómago para enviar orden a su
vez de dejar de ingerir más alimentos comida-chatarra.
Pero es
también el hipotálamo donde se reciben otro tipo de informaciones, como por
ejemplo las relacionadas con las
emociones, la voluntad, la afectividad o la memoria, que son interpretadas y
nuevamente codificadas para emitir una respuesta. Cuando el sistema se
desajusta, es posible emitir señales de saciedad ante el estrés (la impresión
de “se me ha cerrado el estómago y he perdido el apetito”), o por el contrario,
emitir señales de sensación de hambre cuando no las hay, provocando que el
individuo reaccione ingiriendo más cantidad, en especial, de alimentos
calóricos.
Entra en juego
además lo que llamamos el “circuito de
recompensa” cuyo principal protagonista es el neurotransmisor “Dopamina”.
La cantidad de este neurotransmisor en el cerebro disminuye en momentos de
ansiedad y, sin embargo aumenta en los momentos de placer, como puede ser el
acto de comer alimentos de sabor intenso y agradable de alto contenido
calórico. Cuando ante la aparición de la ansiedad (disminución de dopamina), la
respuesta es la ingesta (aumento de dopamina), el resultado es la reducción del
estado ansioso, por lo menos a corto plazo, ya que a largo plazo, el
sentimiento de culpa por lo ingerido y la sensación de malestar físico por la
sobreingesta, vuelven a elevar la ansiedad, dejando a nuestro/a paciente al
inicio del circuito (en el caso de la Bulimia, puede además provocar el inicio
de actividades compensatorias, como el ejercicio excesivo o los vómitos
autoinducidos). El acto puntual de
calmar la ansiedad a través de la ingesta, puede convertirse en una respuesta
rutinaria por la inmediatez del proceso de relajación, ya que, aunque no es la
respuesta adecuada al estímulo, si lo parece a corto plazo.
Pero entonces,
¿por qué no dejar de ingerir alimentos
una vez saciados/as? La sensación de placer es adaptativamente superior y
prevalece sobre otro tipo de sensaciones como el dolor (hecho constatado por
ejemplo en las relaciones sexuales que serían dolorosas sin un nivel placentero
adecuado) o la saciedad. Además, la sobreingesta se realiza normalmente a una
velocidad mayor que la ingesta habitual, por lo que cabe la posibilidad de que
el hipotálamo no reciba la indicación de saciedad que envía el estómago.
El trabajo en
consulta pasa por trabajar la autoestima, la resolución de problemas de una
forma adecuada al estímulo y las técnicas de reducción de la ansiedad a través
del control de impulsos y la desactivación emocional y física provocada por la
situación estresante.
Fuente: http://buelpsicologia.es/blog/el-papel-de-la-comida-en-los-trastornos-por-atracon/