Como padres, es normal preocuparse por la salud de los hijos.
Dado que hay una creciente preocupación por la obesidad infantil, sería difícil
no preocuparse si un hijo está excedido de peso. La pregunta que muchos padres
en esa posición se hacen es "¿Debería decirle algo a mi hijo sobre su peso
o no?".
La investigación sugiere que no debería hacerse, porque hacer
comentarios a un niño sobre su peso –tanto si se trata de una broma, una
crítica o un consejo– puede ser contraproducente. Más que llevar a cambios
saludables, este tipo de comentarios de familiares contribuye a forjar una
imagen corporal negativa. Esto puede llevar a que se gane peso, y se desarrolle
obesidad y desórdenes alimenticios en la adolescencia y la adultez.
En lugar de alentar los comportamientos saludables, puede
incrementar el riesgo de comer sin control o de métodos de control de peso poco
sanos, como saltearse comidas, ayunar, vomitar o usar píldoras para adelgazar y
laxantes. El costo emocional del estigma del peso es estresante y hace posible
que se desencadene una ingesta excesiva de comida como un mecanismo de
protección, lo que puede contribuir a ganar peso.
Los efectos secundarios de los comentarios vinculados al peso
no solo afectan a los niños con sobrepeso. Cuando los niños de peso promedio
reciben muchos comentarios sobre el peso, es más probable que desarrollen una
mala imagen corporal. Por otra parte, hablar con un hijo sobre alimentación
saludable, sin mencionar el peso, puede reducir el riesgo de comportamientos
poco saludables.
Ser un modelo saludable
Una dieta pobre y la inactividad física contribuyen a que se
gane peso, así como a que se contraiga enfermedades crónicas. Los padres son
los principales modelos para la alimentación y las actividades, y diversas
investigaciones sugieren que cuando los padres hacen sus propias comidas
saludables y cambian su actividad ejercen un impacto benéfico en los niños más
eficaz que la intervención directa.
Un padre también influencia en las elecciones nutricionales
compartiendo comidas, eligiendo qué platos están disponibles en casa y marcando
el tono de "esto es lo que come nuestra familia".
Limitar el tiempo de
pantalla y el sedentarismo
Los niños necesitan 60 minutos de actividad física entre
moderada y vigorosa por día para conservar un buen estado de salud. La
investigación sugiere que, si se quiere niños más activos, lo que se hace es
más importante que lo que se dice. Buscar pasatiempos en los que pueda
involucrarse toda la familia, aunque sea pasear al perro o ir al parque es una
buena opción. También es bueno tener en cuenta que pueden realizarse pequeñas
cantidades de ejercicio que suman al total diario.
Aunque el tiempo que un niño pasa frente a una pantalla es
relativo en la era de las tabletas y los smartphones, una buena meta es la de
limitarlo a menos de dos horas por día.
Cultivar un ambiente
alimentario saludable
Las comidas saludables deben estar disponibles con facilidad.
Se puede tratar de mantener frutas frescas y vegetales a la vista y snacks
saludables donde el niño pueda encontrarlos. Ir a ferias de frutas y verduras
con los niños y dejarlos que ayuden a elegir tanto allí como en un supermercado
también es un buen recurso.
Alentar la alimentación
intuitiva
Presionar a los niños para que coman una cantidad exagerada
de comidas sanas puede interferir con la incapacidad de los niños de regular su
propio consumo de comida. Las instrucciones como "termínate lo que tienes
en el plato" condicionan a los niños a no confiar en lo que sus cuerpos
les dicen.
Restringir las comidas deseadas puede llevar a una obsesión y
a que las consuman en exceso cuando están disponibles (el síndrome de "la
última cena"), algo que suele venir acompañado por vergüenza y culpa.
Poner a disposición postres y otras comidas favoritas ocasionalmente es algo
aceptable.
Fuente: http://www.elobservador.com.uy/como-hablarle-un-hijo-sobrepeso-n971636