Cada enero después de pasadas todas
las fiestas, así como cada septiembre después del verano, son muchas las
personas que acuden a mi consulta para que les ayude a bajar esos kilillos, que
en la mayoría de los casos se han sumado a otros tantos con los que ya se venía
luchando. Yo ya lo sé, y soy consciente que estos patrones se repiten como si
fueran casi ley de vida.
Recibo con mucha ilusión a cada una
de estas personas que ponen su confianza en mí, pero, por otro lado, veo como
esta forma de funcionar ya lleva implícito el fracaso, y esto me entristece,
porque en muchas ocasiones y sin quererlo, su fracaso lo hago mío. Desde hace
tiempo vengo trabajándome este asunto, y asumiendo qué, si la persona no se
hace responsable de su objetivo, por mas que yo le de todas las herramientas
para su triunfo, poco se puede hacer.
Cuando entra por primera vez en mi
consulta, para mi es única, y como tal la escucho, y estudio cual es la mejor
forma de ayuda para ella. A esto le sumo todos mis conocimientos, experiencia y
mucha ilusión. Porque es muy gratificante poder ayudar a alguien a que se
sienta mejor, y no hablo sólo de bajar el peso, sino de que saque a la luz su
mejor versión, en todos aquellos aspectos de su vida que han quedado en un
segundo plano, o aún peor, que ya han olvidado su esencia, y se han refugiado
en los cajones de la despensa, perdiéndose como mujeres bellas y por supuesto
hombres.
Una de las cosas más importantes, es
que la persona debe responsabilizarse del trabajo que implica hacer una dieta,
pero sobre todo y fundamental, hacerse consciente de que ese esfuerzo será
pasajero sino pone su atención en el cambio de hábitos para siempre. Dentro de
estos hábitos, no sólo están lo del comer, sino todos aquellos que le acercan
lo máximo posible a una vida saludable, donde es importante gestionar; el
estrés, la ansiedad, el sueño, el deporte, la gestión del tiempo, la familia,
las relaciones con otros, y sobre todo y fundamental la relación con ella misma.
Siempre tiendo a hablar de ellas,
porque son mayoría en mi consulta, y porque como mujer, aun me es más fácil
entenderlas. Es sencillo perderse en el papel de madre, trabajadora, encargada
de que todo funcione y con mil y una obligación, que no deja ni el más mínimo
espacio para ser mujer, y poder dedicar un tiempo para quererse.